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TU MENTOR EN EL MERCADO | 21

tener que salir de casa. Me sentí muy feliz de ingresar en uno de estos
chat-rooms, e inmediatamente sentí que estaba en el lugar indicado.

   Qué mundo tan maravilloso había descubierto. Los analistas compraban
y vendían, en tiempo real, y con éxito. Dos analistas, Mark y Chris, que
son altamente reconocidos, se han hecho mis amigos. A ellos les debo
la mayor parte de mi entrenamiento básico. Parecía que mi camino al
éxito había sido allanado. Todo lo que tenía que hacer entonces era
escuchar a los analistas y copiar sus movimientos. ¡Tan sencillo como
eso! ¿Entonces por qué resultaba tan difícil?

   ¿Por qué era tan difícil copiar lo que hacía un trader profesional?
La respuesta es sencilla: ya que todos tenemos nuestro propio nivel
de comprensión de lo que está sucediendo frente a nosotros, decidimos
hacer las cosas de diferente manera por nuestras propias razones.
Aquí un ejemplo: Chris compra una acción que sube 4% hoy, basándose
en su intuición de que continuará al alza, mientras que yo pienso: “¿Está
loco? Va a perder. ¡Ya subió demasiado!”. Con el tiempo descubrí que
cuando no podía entender exactamente la decisión de Chris, tampoco
la podía aceptar. Durante ese período mis transacciones eran más
o menos así: Chris compraba. Yo compraba. Me escapaba con una
pequeña ganancia, con miedo a perder lo que ya había ganado. Chris
esperaba y juntaba ganancias considerables. En otros casos, cuando la
acción iba a la baja, Chris se salía de inmediato, yo me quedaba, con la
esperanza de que se recuperara al precio al que la compré. Finalmente
me veía obligado a salir de la transacción con una pérdida dolorosa. En
resumen, Chris sacaba ganancias y yo pérdidas. Definitivamente era
hora de aprender.

   Las estadísticas tienen la fama de señalar que el 90% de los inversores
bursátiles activos pierden dinero. Si está entre ellos, la solución es sencilla:
haga lo opuesto a lo que su pensamiento le dicte. En un principio tuve
problemas para aprender la lógica inversa de la profesión. Me percaté
de que precisamente aquellas transacciones que yo consideraba de alto
riesgo, si no peligrosas, se revelaban como las más ganadoras, y que las
que yo escogía, que a mí me parecían de menor riesgo y más fiables,
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